jueves, mayo 18, 2006

El Doctor

A mediados de los años setenta, en un olvidado pueblo de la serranía sur del Perú, vivió Jaime, mejor conocido como el Doctorcito. El era un verdadero doctor, un verdadero padre y esposo, que sacrificando a su familia se traslado a un lugar donde solamente una ves la mano del gobierno se hizo presente, construyendo un hospital, si así se le podría llamar a ese horrible lugar que solo constaba de un ambiente, separado por algunas planchas de madera, algunas colchas que algunas veces servían de camas estiradas en el suelo arenoso, el inclemente frío se filtraba por todos los lugares, el sitio se hacía más tétrico en las noches donde solo la luz de unas pocas velas alumbraban, el lugar era para enfermarse con tan solo verlo. Los instrumentos médicos y las medicinas siempre eran donadas por algún hospital piadoso de la capital, las condiciones para el trabajo de un medico eran desfavorables. Ahí trabajaba Jaime, que siempre se las tenía que ingeniar para ganarle diariamente un par de almas a la muerte.

Una vez por semana durante diez años Jaime fue a visitar a su familia. El bus en el que viajaba tenía que sortear abismos, pistas de tierra, mal tiempo, en cada viaje la vida de los pasajeros estaba en juego. Lamentablemente era el único medio de transporte en esa época. En uno de esos viajes, mejor dicho, en el ultimo viaje que realizó Jaime para ver a sus seres más queridos, el viejo bus que llevaba alrededor de treinta pasajeros, se precipitó por un barranco, cayendo aparatosamente diez metros. Para suerte de muchos pasajeros, que sobrevivieron, pudieron escapar del interior del bus que se encontraba volteado, entre ellos se encontraba Jaime, ese doctor que mucho tiempo había estado salvando vidas. Ahora tenía un nuevo reto, sacar a los pasajeros atrapados de los asientos retorcidos. Una, dos, tres, diez personas heridas llegó a sacar, pero aún faltaban más. Los sobrevivientes que vieron atónitos ese acto de entrega, le advertían a Jaime de que el vehículo estaba derramando mucho combustible, ese sitio se iba a consumir en las llamas en cualquier momento, pero eso no le importo al Doctorcito, que ante el pedido de una anciana mujer para, volvió a entrar para rescatar a su nieta y en ese preciso instante, todo exploto, ante los ojos de todas esas personas que el había salvado.

Jaime era una persona muy fuerte y a pesar de aquella explosión pudo sobrevivir y quedar conciente. Su cuerpo estaba completamente achicharrado cuando lo llevaron al hospital más cercano, sus órganos internos también habían corrido la misma suerte, sus ojos estaban inservibles, el ahora estaba ciego. Sus parientes inmediatamente se trasladaron para ver en que situación se encontraba, dándose con esa desoladora imagen de Jaime, que aún podía hablar. El simplemente les pedía un vaso de leche, un simple vaso que con su experiencia médica le iba a dar el diagnóstico final. Al momento de tomarlo todo y después de unos segundos devolverlo, la pregunta de el fue de que color había arrojado la leche, si estaba blanca aún podría vivir y si salía negra era que su vida se acabaría en unas pocas horas. El liquido que había expulsado era completamente negro y las personas que lo rodeaban no tuvieron el valor de decírselo, al contrario, ellos le dijeron que había salido blanca. La alegría de Jaime fue inmensa al escuchar que era blanca. ¡Voy a vivir! exclamó

El doctorcito perdió la batalla en menos de dos horas, parece que la muerte lo estaba reclamando hace muchos años atrás, las personas que había salvado, esas almas arrancadas de sus manos, fueron motivo para que la muerte lo siguiera. Las últimas horas de Jaime fueron de mucho sufrimiento, su quemado cuerpo no resistiría más, pero su alma aún permanecía intacta. El nunca pensó convertirse en héroe, simplemente esa verdadera vocación de servicio, lo arrastro a eso, a ayudar desinteresadamente a la gente, sin nada a cambio.
La gente aún lo recuerda en aquel pueblo y siempre será recordado como el Doctor que se convirtió en Héroe.

9 Comments:

Blogger Laura Martillo said...

Vaya ficción...

8:42 p. m.  
Blogger Rolando Escaró said...

que tal forma de morir

11:37 a. m.  
Blogger novivo said...

esta es una historia de la vida real...

3:24 p. m.  
Blogger Jimena CM said...

vida real? uhh + feeling aún...

9:15 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Es una historia realmente impactante!

Es real?

Aun así, estremece.

Un abrazo.

6:07 a. m.  
Blogger elogio_del_horizonte said...

Como me has dejado
besitos

8:56 a. m.  
Blogger El Navegante said...

Me has dejado pensando en algo que pueda sacarme la angustia de saber que gente así , como el doctorcito, tuvo qeu tener un final tan triste, tan terrible.
Fíjate, hay gente que cree en los gnomos, otrs que tienen ciertos amuletos, a mí me atrae la aromaterapia, me parece muy sedativa y hay fragancias que dicen que tenen ciertos poderes.
Cómo no creer entonces en los ángeles por de que otra manera ,puede justificarse un final asi si no es para que este hombre pueda cumplir otra msiión sagrada?.
Y me quiero autoconvencer para quedarme en paz por la bronca que me dan las injusticias que ocurren en al vida.
Sin ningún dogmatismo religioso aclaro, ninguno.
Tienes coraje para escribir cosas así, y a pesar de lo duro, alguna cosa positiva nos deja.
Un abrazo

8:39 p. m.  
Blogger novivo said...

Cuando mi amigo me contó esa historia (era su tío) casi se me salen las lagrimas por ese acto tan heroico y por la forma en que tuvo que acabar una persona así. Hago este tipo de relatos por que siempre en medio de una desgracia podemos encontrar muchas enseñanzas.
gracias a todos

9:00 p. m.  
Blogger Dragón del 96 said...

No conocía el truco de la leche.

Vaya historia. Grandes personas no deberían ser olvidadas.

9:42 p. m.  

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