La Pola (capítulo 2)
La curiosidad se había apoderado de mí, porque mi madre nunca se había expresado así de una nueva empleada del hogar y mucho menos me hubiera dicho que baje a conocerla.
Cuando me aproximé a la sala para ver lo que estaba sucediendo pude ver al fin la luz. Los relatos de algunos amigos míos de la escuela de cómo habían perdido la virginidad con sus empleadas se habían materializado ante mis ojos. Ella estaba parada cuando entré a la habitación. Era muy bella y joven. No pasaría de los veinte años de edad. Su piel morena, su cabello largo y negro que hacían juego con esos grandes ojos negros, esa boquita rodeada de unos labios grandes y carnosos me hicieron sentir que estaba en un cuento de hadas. Pero no solo yo estaba asombrado, también a mi padre lo pude ver nervioso, él solo se limitaba a mirarla con la boca entre abierta, porque a parte de ese hermoso rostro, el polo escotado y los jeans bien pegados hacían que sus curvas resaltaran. Mi abuela – la mamá de mi madre- era siempre de encargada de hacer las preguntas de rigor.
- “Niña, ¿Cómo te llamas? ¿Tienes hijos? ¿Eres virgen? ¿Sabes leer? ¿Te bañas a diario? ¿Te falta algún dedo? ¿De donde vienes?...”
- “Me llamo Paola, pero me dicen Pola”
- “¿Pocha? Así como tu tía Luchita que le decíamos Pocha de cariño, tu no te acuerdas de ella Rubén – Mi padre- tu eras muy pequeño cuando se calló de…”
- “¡Señora! Pola le dicen…”
Con los años mi abuela había perdido la audición del oído derecho y el izquierdo estaba en vías del silencio total, en unos cuantos años la vieja no escucharía ni sus ronquidos.
- “No tengo hijos, soy virgen, se leer y me baño a diario” Replicó la chica.
- “¡Ah! Ya decía yo, te gusta el canario, ¿no? Con esa pinta te deben faltar manos hijita…”
- “¡Madre! ¡Que va a pensar la niña! Dice que se baña a diario. Discúlpanos hijita esa sordera nos está volviendo locos a todos…” Dijo rápidamente mi padre
- “ No se preocupe señor…, Para acabar de responderle a la señora, tengo todos los dedos y vengo de la selva”
- “¡Se nota hijita! “ Dijo la vieja de mi abuela
- “No le entiendo señora…”
- “¿No dices que tienes a todos los negros de la Elba? Con ese poto debes tener a todos los negros de juanita, de carlita, de martita…, ay estas niñas de hoy en día…, en fin me retiro, no creo que sea una buena chica con todas esas tonterías que habla, tu sabes lo que haces Carlotita – Mi madre- mientras cocine bien y me ayude a ir al baño, no hay problema ” fue lo ultimo que dijo mi abuela mientras se retiraba con su clásico arrastre de pies y su espalda encorvada.
- “Discúlpanos hija, en el fondo es muy buena persona, solo hay que tenerle un poco de paciencia…, te voy a presentar a mi hijito, que está con unas fachas de recién levantado, ven Gabrielito, no seas tímido”
Cuando me aproximé a la sala para ver lo que estaba sucediendo pude ver al fin la luz. Los relatos de algunos amigos míos de la escuela de cómo habían perdido la virginidad con sus empleadas se habían materializado ante mis ojos. Ella estaba parada cuando entré a la habitación. Era muy bella y joven. No pasaría de los veinte años de edad. Su piel morena, su cabello largo y negro que hacían juego con esos grandes ojos negros, esa boquita rodeada de unos labios grandes y carnosos me hicieron sentir que estaba en un cuento de hadas. Pero no solo yo estaba asombrado, también a mi padre lo pude ver nervioso, él solo se limitaba a mirarla con la boca entre abierta, porque a parte de ese hermoso rostro, el polo escotado y los jeans bien pegados hacían que sus curvas resaltaran. Mi abuela – la mamá de mi madre- era siempre de encargada de hacer las preguntas de rigor.
- “Niña, ¿Cómo te llamas? ¿Tienes hijos? ¿Eres virgen? ¿Sabes leer? ¿Te bañas a diario? ¿Te falta algún dedo? ¿De donde vienes?...”
- “Me llamo Paola, pero me dicen Pola”
- “¿Pocha? Así como tu tía Luchita que le decíamos Pocha de cariño, tu no te acuerdas de ella Rubén – Mi padre- tu eras muy pequeño cuando se calló de…”
- “¡Señora! Pola le dicen…”
Con los años mi abuela había perdido la audición del oído derecho y el izquierdo estaba en vías del silencio total, en unos cuantos años la vieja no escucharía ni sus ronquidos.
- “No tengo hijos, soy virgen, se leer y me baño a diario” Replicó la chica.
- “¡Ah! Ya decía yo, te gusta el canario, ¿no? Con esa pinta te deben faltar manos hijita…”
- “¡Madre! ¡Que va a pensar la niña! Dice que se baña a diario. Discúlpanos hijita esa sordera nos está volviendo locos a todos…” Dijo rápidamente mi padre
- “ No se preocupe señor…, Para acabar de responderle a la señora, tengo todos los dedos y vengo de la selva”
- “¡Se nota hijita! “ Dijo la vieja de mi abuela
- “No le entiendo señora…”
- “¿No dices que tienes a todos los negros de la Elba? Con ese poto debes tener a todos los negros de juanita, de carlita, de martita…, ay estas niñas de hoy en día…, en fin me retiro, no creo que sea una buena chica con todas esas tonterías que habla, tu sabes lo que haces Carlotita – Mi madre- mientras cocine bien y me ayude a ir al baño, no hay problema ” fue lo ultimo que dijo mi abuela mientras se retiraba con su clásico arrastre de pies y su espalda encorvada.
- “Discúlpanos hija, en el fondo es muy buena persona, solo hay que tenerle un poco de paciencia…, te voy a presentar a mi hijito, que está con unas fachas de recién levantado, ven Gabrielito, no seas tímido”