viernes, setiembre 15, 2006

Una pequeña alma

La realidad y la ficción se mezclan en esta historia, el error involuntario cometido por esta pareja de esposos se repite día a día en esta sociedad tan convulsionada, que nos convierte en seres esclavos del tiempo, dinero y trabajo. Los más perjudicados siempre son los niños, pequeños que vienen al mundo sin haberlo pedido. Ellos son despertados después de un largo sueño, su energía vuelve a ser reactivada, al momento en que la naturaleza hace su trabajo, en ese momento en que un hombre y una mujer permiten que sus semillas se unan, justamente ahí es cuando un alma vagabunda ingresa en ese nuevo ser, en esa pequeña célula que pronto se multiplicará. El alma joven o vieja habitará en un lindo infante, ahí cumplirá su ciclo vital y de aprendizaje. Esta es una pequeña historia de un alma joven que dejó de aprender para dedicarse a enseñar...

El primer recuerdo de Cristina no tuvo que ver con el afecto de sus padres, en su cerebro no fue documentado el primer momento en que su padre la acostó o le dio un beso, tampoco tuvo que ver con las tiernas palabras de una madre amorosa. La primera imagen recordada por ella era la de su nana abriendo un regalo, era una muñeca hermosa. Un juguete que pocos niños tenían, un objeto que desde esa edad le proveería de estatus, un nivel social que a la corta edad de tres años ya la diferenciaba del resto.

Los padres de Cristina eran una de esas parejas que pensaban que el matrimonio era simplemente un negocio que daría buenos frutos económicos. Los dos eran hijos de las familias más poderosas del país. Los sentimientos estúpidos como el amor, no existían en su relación. El amor desgastaría su matrimonio, ese sentimiento era destructivo, pensaban. Su única hija creció junto a su nana. Al despertarse la veía a ella, al comer la veía, al llegar del jardín la esperaba, al hacer las tareas su fiel compañera estaba ahí, siempre ahí. Ella tenía que estar agradecida de no faltarle absolutamente nada, que afortunada era Cristina, que dichosa de tener una juguetería en su casa, que niña tan feliz de tener unos padres así que se preocupaban en todo.

Como padres tan preocupados e inteligentes decidieron darle un pequeño teléfono para estar siempre comunicados. El teléfono era especial para una pequeña de su edad, con tan solo presionar uno de los dos únicos botones del aparato, su padre o madre contestarían inmediatamente.
A los tres años de edad Cristina ya había ingresado a la era de las comunicaciones. Su lenguaje era limitado como todos los niños de su edad, pero por juegos del destino la frase “ Papá te extraño” y “ Mamá ven pronto” las pronunciaba perfectamente. Esas oraciones eran celebradas telefónicamente por sus padres, pero dentro de sus corazones no causaban ningún efecto. Total, de amor no vive el hombre.

Una semana después de cumplir su cuarto año de vida, los padres de Cristina decidieron pasar el primer fin de semana junto a ella. Los tres solos en la casa. La alegría de Cristina era incalculable, aún más incalculable que la fortuna de sus progenitores. Esa mañana apenas abrió el ojo, esa extraña mujer estaba ahí. Era su madre que se disponía a vestirla y ponerla presentable para el desayuno, mejor dicho, el primer desayuno en familia. Ellos no estaban solos, por ordenes de los patrones, los empleados se encontraban escondidos preparando los alimentos, así se mantendrían todo el día para que Cristina se sintiera solo en compañía de su padre y madre. El día transcurriría en la frialdad propia de una obligación empresarial, parecía que estaban cerrando un millonario negocio ó cenaban con algún poderoso magnate petrolero, pero una llamada antes de caer la noche cambiaría todo en la vida de esa poderosa familia.

Luego de que el padre de Cristina contestó la llamada, rápidamente la pareja de esposos se encerraron en la habitación para discutir acaloradamente -la madre de Cristina había cometido un error que les podría costar millones- olvidando a su hermosa y pequeña hija. En ese momento Cristina empezó a escuchar gritos dentro de la habitación que la asustaron y trató de escapar corriendo hacia el patio. Estaba sola, no estaba su nana y su pequeño teléfono lo había dejado en su cuarto, porque ese día no lo necesitaría. Cristina piso ese enorme jardín y comenzó a correr, mirando hacia atrás, ella solo quería escapar. Sin percatarse del peligro que estaba a unos paso de ella, se precipitó hacia la gran piscina que aún no estaba iluminada.

La pobre pequeñita se hundió y se hundió hasta tocar el fondo.

Dos horas más tarde cuando todo se había calmado entre los grandes empresarios, fueron a buscar a su hija y para su sorpresa ella había desaparecido. La buscaron por toda la casa sin éxito, llamaron a su teléfono, preguntaron a los sirvientes si la habían visto. Su desaparición era un misterio. Una hora más tarde uno de los sirvientes que estaba encargado de prender la piscina a una hora determinada, dio la mala noticia. Cristina estaba flotando en medio de la piscina sin respirar. Al sacarla su pequeño cuerpecito estaba sin vida.

Desde se día el alma de Cristina vaga en el limbo, en una dimensión no conocida por el hombre, un lugar donde ellos pueden tener contacto con el mundo de los vivos. Ellos habitan ahí. Su alma ya no necesita reencarnar en algún nuevo ser para aprender, ellos están ahí para enseñar. Ahora cuando una pareja de padres se ve enfrascada en peleas, ella se presenta. Cristina no se materializa como cualquier ente fantasmal. Ella utiliza el medio que le dieron sus padres para comunicarse. En las madrugadas puede sonar el teléfono, muchas veces no contesta nadie, pero otras si afinas bien el oído podrías percibir su dulce voz que repite incansablemente “ Mamá y Papá, por favor, no lo vuelvan a hacer”

viernes, setiembre 01, 2006

El Ludópata

Desde el primer día que el hombre pisó la tierra el instinto de supervivencia creó en el la necesidad de competir. Ganar significaba alimentarse, reproducirse, tener un lugar para soportar el inclemente clima, vencer a lo que se le pusiera enfrente significaba la vida.
Al correr de los siglos llegó el dinero, con él llegó lo malo. Se acrecentó la codicia, la avaricia, la envidia. Ahora el ser humano no tenía que competir contra las cosas creadas por la Dios, ahora tenía que competir contra algo creado por el mismo. Así la forma de conseguir monedas trajeron consigo los juegos. Una forma fácil de obtenerlo, una forma simple de hacerse ricos rápidamente, sin mucho esfuerzo, un poco de astucia bastaría.
Apuestas y más apuestas seducían a muchos. Las casas de juego empezaron a proliferar como una gran plaga maldita, los grandes apostadores se hicieron presentes, saciando su sed de competencia para sobrevivir, así como los antiguos, ahora el juego les daría techo, comida, sexo, todos los placeres carnales inimaginables. Pero ellos nunca ganarían.

Richie como le llamaban sus amigos, nació en un hogar donde el juego no era la actividad que les daría el dinero necesario para comer, vestirse o educarse. Su padre era una persona inteligente. Que llegó desde un lejano país a causa de la guerra para abrirse camino a punta de trabajo y superación. Richie era distinto, desde muy pequeño le llamaron la atención los juegos, el ganar con poco mucho. Tal vez su padre por ser una persona metódica y ahorrativa, no le cubría sus caprichos. Así instintivamente afloro ese enfermizo deseo de satisfacer sus necesidades.

Al cumplir la mayoría de edad, tenía permitido ingresar a cualquier establecimiento de juego. Él se inició en el fascinante mundo de las carreras de caballos.
Como todo juego tiene su ciencia Richie se dedicó al profundo estudio de esos mamíferos que hacían delirar a muchos por su fortaleza y rapidez. Con el poco dinero que le podía dar su padre empezó a ganar sus primeros centavos. Pero el necesitaba más dinero para que las ganancias fueran mayores.
Richie no era una persona sin futuro, él se dedicó a estudiar para terminar su carrera universitaria y así ser alguien en la vida, eso sí, sin dejar del lado su gran pasión que era el mundo de las apuestas.
Al ingresar a su primer trabajo, se dio con la sorpresa de que el no era el único que se interesaba por los caballos. La gente ahí apostaba colectivamente la famosa “Polla”, que ganar en ella era tan difícil como sacarse la lotería. El dinero de la “Polla” era mucho, a tal punto que podías llegar a ser millonario si acertabas con los resultados de todas las carreras que se disputaban una tarde.

Este joven nunca ganó ese gran juego, pero estuvo cerca. Lastima de estar a puertas del gran triunfo, porque ahí radica el juego. El “casi” es el motor del ludópata, el “casi” te puede llevar al abismo y sepultarte eternamente. Los bolsillos de Richie un día podrían estar rebalsando de dinero, pero al otro solo le servirían para llevar unas cuantas monedas para transportarse. El jugador nunca gana ni recupera, solo pierde.

La vida le sonrió. Se casó, tuvo hijos, muchas veces “ganaba” en las apuestas. Él era un empleado más, con mucha habilidad en los cálculos, su carrera de contabilidad lo habían hecho astuto con las cuentas. Hasta que un día su suerte cambió. Postulo a una empresa para el puesto de contador general, con un sueldo seis veces más al que percibía. Él fue el elegido.
Con este cambio de vida trataría de reemplazar su antiguo vicio por otro. Pasó a probar suerte con los juegos de “Bingo”. Este juego tenía una particularidad, que los premios mayores se repartían a altas horas de la noche. Sus horas de dormir se acortaron, su mujer también entro a ese mundo para hacerle compañía, porque un hombre solo por las calles en la madrugada y con dinero en el bolsillo es propenso al vicio de las mujeres de la vida alegre, así lo entendió ella.

El éxito laboral le había dado un gran status de vida. Una gran casa que construyó en una de las zonas más residenciales de la capital, tres automóviles ultimo modelo, educación cara para sus hijos, hacían que Richie se sintiera orgulloso de su estilo de vida, que con el juego al lado y con un buen empleo lo tenía todo.
Como su status había venido en crecimiento, también tenía que crecer su forma de apostar el dinero. Los famosos casinos empezaban a hacer su aparición en la gran ciudad deslumbrando a todos, en especial a las personas como Richie que necesitaban tener esa inyección de adrenalina que cada noche les suministraba el juego.
Las cantidades que se movían ahí cada noche eran exorbitantes y hacían que el dinero no valga nada para las personas que estaban inmersas en ese mundo.
Richie no era un simple jugador de tragamonedas, a él lo llamaba el juego de mesa, el de los casinos. La competencia contra otros apostadores lo seducía.

El dueño de la empresa donde el laboraba le dio toda su confianza, lamentablemente Richie tenía una habilidad natural con los números y hacía uso del dinero de la empresa para saciar su sed de juego. Todo iba perfecto, era tan buen cliente del casino que le otorgaron un crédito ilimitado, podía gastar lo que se viniera en gana, luego tendría que pagarlo, como todo en la vida.

Como en este mundo nada es para siempre, una mala racha llegó a sus apuestas, meses y meses sin ver una sola ganancia empezaron a afectarlo en todo sentido, problemas familiares, auditorias en la empresa donde él era contador general, deudas en el casino. Todo le cayó de golpe, era algo que se veía venir hace muchos años, desde sus inicios en el juego. Una auditoria arrojó los malos manejos que solo el sabía. El despido inmediato de la empresa lo dejaron en el aire.
El salón de juegos también tomo cartas en el asunto he hizo efectiva la cobranza del crédito apropiándose legalmente de su casa que con mucho esfuerzo la había construido. Una única opción le quedaba, usar sus ahorros de toda la vida para probar suerte. Suerte que se había esfumado.A espaldas de su mujer retiró todo el dinero y una noche fatídica lo jugó todo, hora tras hora los billetes iban desapareciendo, hora tras hora su cuerpo y mente se iban debilitando, pero sólo faltaron unos segundos para que el juego terminara con su vida. Así el gran jugador que era Richie se marchó de este mundo sin ninguna moneda en el bolsillo para regresar a casa.